Cuando estaba pelaito lo que más recuerdo de este edificio cada vez que pasaba a su lado y mirarlo eran sus desordenados y abarrotados balcones, su vetusta pintura gastada y el moho ennegrecido de sus balcones cual hombre sin rasurar, su aspecto era decadente. En esos días era ocupado por gente humilde que pagaba alquiler, pero al iniciar este siglo fue desalojado, está vacío y parcialmente restaurado mostrando un aceptable estado de conservación. A pesar de tener casi un siglo de antigüedad, es una de las pocas construcciones de principios de república sin sufrir de remodelaciones profundas, pudiéndose ver fielmente el pasado en su superficie.
Antes de ser pintado en amarillo era azul y desaparecía desaparecía confundiendose con el cielo y sus balcones tenían vitrales translúcidos incrustados en colores diversos. El amarillo se acompaño de blanco, y se le quitaron los vitrales.
La Historia
El edificio de la Pollera fue construído en 1928, y su nombre verdadero fue Edificio Antonio, por el nombre de su dueño Antonio Arboix. Ocupado originalmente por familias de clase media cuenta con 16 apartamentos de una a dos recámaras y tiene un elevador, además de un patio interior que ilumina -a buen sol- sus apartamentos. Su estilo, para mi, aunque digan es Art deco, es indeterminado, tiene líneas y mosaicos orientales con trazos y formas barrocas. Fue uno de los edificios más altos de sus días, 4 pisos y vista hacía todo Panamá desde sus 4 costados.
El nombre «La pollera» tuvo que haber nacido desde sus balcones porque es evidente la forma de peineta típica en sus diseños.
Su arquitecto fue el peruano Leonardo Antonio Meyer. Entre sus obras están el hotel Colonial, el edificio de los Archivos nacionales, la Iglesia San Francisco de Asis y la remodelación de la Presidencia. Para La pollera fue asistido por el arquitecto Víctor M. Tejeira.
Archivos nacionales, palmeras en contraste neoclásico y un paso de zebra con buena intención.
Conociendo un poco de su historia le da más sentido a la acuarela que he pintado, complicada por mucha línea, pero no me rendí a terminarla y salió.
Acuarela del edificio de «La Pollera»
En lo que tire el lápiz puse la pintura y como siempre, uno empieza, no para y no tiene fotos previas, así que desde aquí empecé a tomar totos.
A pintar el cielo. Ese siempre ha de pintarse de último y con el papel alrevés para evitar que el agua chorree y dañe otros colores.
Puse una paloma en el borde de un balcón para ponerle vida a La Pollera, añadiré otras volando más tarde.
La acuarela chueca, pero en conjunto tiene sus mosaicos a pincelazos en el detalle del balcón.
Terminada
Resultó difcil de pintar porque tiene muchas líneas rectas. A enmarcarla pues. Siempre que amen las cosas que les gustan conozcanla así podrán transmitir ese interés que hace que nuestras cosas cobren vida en nuestras palabras, más cuando hagan arte. Chao gente!