Ya me siento con la suficiente edad como para tocar temas de los que mis amigos años atrás me hubieran catalogado mal por hablar negativamente del manga o el anime, aunque el problema sea el estilo, y no el contenido. El propósito no es hablar mal del manga sino de algunos tópicos que nadie ha tomado en cuenta respecto a su influencia en una vía contraria al arte como medio enriquecedor del mismo, sobre todo en nuestro país.
Panamá es un país de poca literatura y en eso me incluyo, como millares de crecientes individuos educados por el media y no por las enseñanzas que podría haber provisto el sistema educativo panameño. Desde pequeño me interesó demasiado el arte, pero al entrar a la escuela todo se esfumó, aunque me ganaba los concursos de dibujo todo moría ahí, en un 5 o un diplomita. Y siempre quise participar en los concursos de dibujo y pintura del Banco Nacional, pero nunca se daba. (Sniff)
Desde hace unos decenios tenemos a Ganexa y la escuela nacional de bellas artes con las puertas abiertas para aprender, pero estas últimas décadas el entretenimiento del media le ganó al arte, los cómics y su influencia norteamericana suplantaron la plástica, y el arte sólo lo veía aparecer en el ambiente de las doctrinas socialistas con mucha influencia europea, más mi interés por el arte se debió a estar en contacto con los libros sobre pintura y pintores que compraba mi padre exclusivamente, esos libros me empaparon en la curiosidad por el arte. O sea que de algo sirve la absorción de costumbres en la casa.
Con la TV y sus cómicas lo único que me gustó de ello fueron los robots y no paraba de diseñar robots en mi infancia, luego llegó la etapa cognocitiva y miraba las caricaturas políticas en los diarios y los libritos de chistes de bolsillo y empecé a dibujar e inventar chistes que imagino hoy día volverlos a ver me haría darme una palmadita de consolación en la cabeza de ver que tan ingenuo humor tenía, pelaito al fín.
Con esto quiero explicar como el entorno modifica nuestros intereses, creando y apreciando lo que nos brinda y el arte en su trasfondo nos ayuda a madurar nuestra percepción y ampliar nuestros criterios. El manga, que un tiempo fue tan fenomenal en forma de anime entre la juventud panameña llegó a tocarme y en competencia con uno y varios amigos intentabamos mejorar nuestros dibujos de Goku, Evangelion, Kenshin y Ranma 1/2. Pero era tan fuerte su influencia que automáticamente, muchos nos creímos cineastas del manga y anime siendo autodidactas y en esa época los egos volaban, se expandían, crecían y multiplicaban compitiendo por quién emulaba mejor el manga.
El manga comercial es tan limitante como el cómic americano para desarrollar interés por el arte o crear novelas con contenido original. Así como el fútbol comercial le quita la belleza a otros deportes (XD), así limitamos nuestro espectro expresivo en las novelas gráficas que intentamos crear e «innovar». Pero con el manga no se puede innovar. Se quedó en una estructura y un estándar que hace que todo lo que queramos expresar se mueva en la línea recta que la autoconsume, como un tren sobre rieles, recordando que el material que se elige y nos llega esta en la franja de consumo juvenil, a pesar de existir mangas que se publican en japón con riquezas literarias muy bien logradas.
Antes de que el tema parezca hablar del comic japonés y el anime, entendamos que las verdaderas obras de la cinematografía de la animación japonesa, que como sabemos no se les mercadea en el ámbito del cine bajo el nombre de anime, sino bajo el título de sus propios creadores son por su excelencia un caso aparte, ya que son las obras cumbre del media de la animación asiática.
Obras clásicas como estas elevaron la animación japonesa a la calidad de arte.
Siempre comprendí que utilizar el manga como medio limitaba. Que el problema del manga era que se estaba trabajando sobre algo ya creado. en pocas palabras la imagen manga era prácticamente un lenguaje visual en el cual encajonar historias que naciendo de nosotros tampoco expresaba algo de nosotros, sino de como nos alimentaba un mundo exótico, con su propia cultura y nos convertimos en soldados caídos de la expresión gráfica nacional.
En Panamá nunca existió aquel mundo lleno de diversidad gráfica como en el resto de los países de habla hispana, hasta que llegó el manga. Ni aún los cómics norteamericanos, única lectura foránea copiosa para nuestra juventud nos brindaba riqueza en historias, ni nos hacía expresar nuestra creatividad intentando crear cómics. Se puede decir que hasta entonces y aún, nuestro mundo de novelas gráficas es pobre en contenido. Puede haber muchas razones y una es nuestra educación, donde desde nuestros días escolares escojemos dos ramas, ciencias o letras y letras siempre es un pecado mudo saber que es nuestra elección para no enredarnos en los números y no porque nos encantase la literatura. 😀
El manga afecta el arte en dos formas
La forma negativa ya la hemos desmenuzado un poco, pero incluso la forma positiva lleva su propio hilo de limitaciones. Gracias al manga hemos aprendido a dibujar mejor, a colorear, a contar historias, a preocuparnos por ser entendidos y comunicar a través del cómic japonés, pero implícitamente en él existe un problema, la limitación del lenguaje expresivo en la gráfica. En cambio tenemos que las producciones animadas se enriquecen por poder desarrollar más emociones. Pero en el manga gráfico el lenguaje es encajetado y ya nos acostumbramos a esa limitación entre la sorpresa, la ira, el ego y la tristeza sin la sutileza de otras expresiones que salvo en el cómic americano se suplementan con mucho texto.
Si Warhol te hubiese conocido chibi.
Hace 4 años hubo una ola mundial que desencallaba en la muerte del manga y el anime, como un fenómeno de automutilación, que incluso los mangakas aceptaron de forma natural, ya que el género se estaba resbalando sobre sí mismo. Ya no tenía argumentos creativos, ni mundos nuevos que explotar. Incluso la actitud derrotada de Miyasaki lo delataba, quizás su constante batalla por la naturaleza, las fuerzas que la sostienen y cambiar el mundo real a través del ejemplo de mundos fantásticos no logró frutos morales frente al panorama ecológico.
Como nos limitó el manga a través de los años
Quedamos nosotros, a quienes nos interesa el arte en sus ramificaciones y vertientes mucho más amplias que el manga, intentar reencontrarnos con las disciplinas originales del arte universal. Enfatizando que no nos dio más riquezas expresivas. Nos alejó de la curiosidad por nuestra identidad propia, junto a muchas otras influencias de los medios tradicionales. Una clave del problema manga fue la inmediatez, de la que adolece todo actualmente. El consumo, la era digital en sí. La creación de historias gráficas tiene una desconexión con el arte muy severa, su ilustración. La regla del fondo perfecto del manga, que resulta estéril por su tecnicismo.
El constante uso de los close-ups al que acudimos para esconder la falta de destreza en representar las emociones era algo que nos encantaba imitar. Se nos creo una fórmula limitante que no incluye la anatomía de forma subliminal, el pacing de las historias. Por la inmediatez del internet y sus variadas influencias no nos podemos tomar las novelas gráficas con más profundidad y detalle, o la elaboración y la personalidad de los personajes. El manga no ha contribuído en madurar nuestras historias propias, que logran sobresalir cuando las historias también maduran, y ya maduras pasan a otro medio, la producción en cine.
Algo que debemos aprender y hay una gran necesidad, para nuestros nuevos novelistas gráficos es emprender nuevos estilos, porque hacen mucha falta. Refrescar esos mundos particulares, añadirles un toque personal, lograr identidad visual. Sólo recordemos como nuestros caricaturistas políticos han logrado brillar por sí mismos…siendo originales siguiendo los trazos instintivos y personales de su mente. Dibujen pritty, dibujen contentos, y pónganle huella personal a sus obras y llegarán muy lejos, así como el manga nos llegó de esas tierras lejanas de ultramar.
Y nos despedimos con el limitado universo manga comercial para descubrirnos y reinventarnos en el arte. Chao!