Un miércoles, día agitado, lleno de incoherencias…llego con un pana a ver IronMan 3, que de por sí fue una mezcla de X-men, McGyver y expedientes secretos X que de tantos nudos no entendí ni disfruté tanto.
Luego de la película, subimos al bus rumbo a casa desde la terminal y nos sentamos al final.
Ya estando sentados el metrobus pasa por el mercadito de Calidonia para recoger pasajeros y mientras sube la gente vienen por el pasillo dos muchachos Guna de figura feminoides, uno que se sienta a mi lado y el otro al lado de este. Noté que la femeneidad de estos individuos sobrepasaba los niveles normales de tolerancia pública.
El que estaba a mi lado iba vestido y pintado de mujer y llevaba unos audífonos conectados al celular. Luego de unos segundos empezó a contorcionarse en su asiento cantando a toda voz canciones románticas ochenteras en español, luego se paró y apretó las barras del techo como una cabaretera. En uno de sus vaivenes de diva en que agitaba su pelo al estilo de un comercial de L’Oreal llegó a latigearme el cachete. Como una brocha de pelo de caballo a 90 km x hora sentí su melena rozando mi mejilla.
Lo tomé como un acto involuntario suyo, pero me sentí molestó porque la sensación de las rayas que me hizo con su pelo no se me quitó, aún así le digo irónicamente: – Ta buena la emoción.
Y me responde- «Ay gracias por no denigrarme». y continúa con su baile estrambótico.
Intento yo tomar con tranquilidad las escenas de vedette que seguía ejecutando el Guna. El otro, que vestía de blanco con menos maquillaje tenía el pelo de amarillo y parecía más tímido y sólo se reía levemente de las impertinencias de su acompañante.
La gente en el pasillo miraba absorta a esta flor de la alegría sin saber qué cara poner. Un señor adulto mayor de piel morena que iba de pie lo miraba fijo, como si lo quisiera matar, y yo al lado intentando parecer normal frente a los aspavientos de este abanico humano que luego de unos segundos se sentó.
Este con una confianza esporádica me da su cartapacio negro en la mano, y vuelve a pararse a bailar y cantar…
Y yo me digo- ¿Será un show pa’ que alguien le robe algún incauto mientras entretienen a la gente?
Cojo el cartapacio y se lo pongo de vuelta en su asiento. Yo me lamentaba de que mi celular no tuviese carga para poder grabarle un video al espectáculo gratuito que se nos estaba ofreciendo.
Mientras mi amigo mirando el show me dice: -«Estos tienen cara que se van de largo pa’ Tocumen, así que te lo vas a aguantar todo el camino.» Buen consuelo el que me da.
El Guna hace receso de exhibicionismo y se sienta, y me pregunta que si soy de aquí…
Le digo-: Si soy de aquí. Y no me creía.
Estaba buscándome el habla, y yo haciéndome el loco, pero por una curiosidad informativa vi la bolsa negra que llevaba hecha a mano y con una mola cosida en frente y le pregunto- ¿Cuánto cuesta hacer una mola como la que tiene esa bolsa?
Me dice- «20 dólar…esa la hago yo y a veces mi hermana también.»
Luego me quedo callado. Y en esos segundos de inercia hace uno de sus locos ademanes, saca la mano y me toca el cuello. Y ahí ya vi la lisura y le dije-: Hey ¿tu ‘tas alegre? ¿Quieres seguir alegre?
Me preguntó: ¿Qué dijiste?
Y le repetí la frase…
Entonces entendió y se calmó inmediatamente…
Desde allí el viaje continuó tan tranquilo como debió ser.
Luego que me bajé con el paciero en nuestra parada miré hacia dentro y vi como los dos Gunas se corrían a ocupar el asiento donde estábamos.
El Guna ahora se le veía tranquilito como uno más del bus y sin el histrionismo energético que tenía al subir. Y acá mi fren diciéndome que cuando llegue a la casa me fuese a bañar, que eso se pega. Chuleta, y se me olvidó bañarme.
[button link=»http://www.heragtv.com/cartas-a-la-poetiza-la-diva-del-metro/» target=»self» color:=»black» icon=»icon-book» style=»normal» size=»default»]FIN[/button]