19 de marzo de 2024
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Historias del Metrobús #4: El baño mañanero

Hoy me paré temprano, normal, y no me volví a acostar,  anormal…muy anormal. 

Obviamente Salí a la calle cuando aún estaba oscuro. Estaba en la parada, eran las 4:30 de la mañana y llegó el metrobus, me subí asumiendo estúpidamente que encontraría puesto. ¿Quien carajos toma bus a esa hora? ¡TODO EL MUNDO! Todo el mundo toma el condenado bicho naranja ese a esa hora de la mañana. Y al parecer yo era el único soplapitos que no sabía eso. Así que me tocó poner mi cara de bobo (no siempre la cargo puesta) y fui pidiendo permiso en medio de la gente – que por alguna razón -aún no comprobada científicamente -se estaciona en la parte de adelante y no se corren ni aunque les echen 30 peos seguidos…y de los silenciosos, esos que destruyen olfatos y hacen que los vellos de la nariz se suiciden.

«Permiso, permiso. Voy por allí, Cuidado, ¡upss! sorry, no fue mi intención pisarla. Permiso», así me fui hasta que logré llegar a la mitad del bus. Allí ya podía estacionarme con calma, y sin roce. Aunque siempre ando en modo «lejos de la paila» hoy no era el día para eso.

En lo que me estacionó me dio por mirar a mi derecha y noté un puesto vacío. Al lado del puesto, había uno ocupado por un señor que estaba en Narnia, dormía profundamente como un bebé. No logré ver nada raro, nada me que indicara porque nadie tomaba el puesto. Así que me aventuré, subí la escalera e hice la inspección correspondiente para ver porque demonios nadie se había sentado ahí. Me senté y noté que una muchacha (que estaba buenísima, ufff) me miró de reojo y medio extrañada. Hasta pude notar una sonrisa pícara en su rostro. Me sentí como un campeón. «Buena esa Tigre»; me decía a mí mismo. Puesto gratis y miraditas pícaras. Que buen inicio para este día.

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Seguía el viaje y sentí un silencio y hasta algo de tensión a mi alrededor, como si la gente esperase que algo pasara. «Bah» no le paré bolas y me hice el loco. Saqué mi celular (mi mejor amigo) y me puse a revisar las noticias del día, cuando de pronto…»¡Glup!», Una gota. Cayó una gota en mi cel. «Normal, no pasa nada, es agua no fuego» me dije a mí mismo. Limpie la pantalla y seguí con lo mío. «Glup, Glup» dos gotas. «O.K., ya sé porque no se sentaba nadie, pero bueno, unas gotitas no me van a enfermar» seguí diciéndome. «¡Glup, Glup, Glup!» eran tres ya la cosa se ponía fea y con el frío de mierda debía pararme. Pero no, soy muy orgulloso y me quedé. Menos pasar mi pena, ya me senté, ya me aguanto. Mire a la de al lado de nuevo y aunque seguía estando buena, ya me caía mal, porque hasta se mordía los labios para no reír la condenada. «¡Glup, Glup, Glup,Glup!» siguieron cayendo las gotas, a mí y al de al lado, que sepa Dios que se metió porque ni se dio por enterado. Igual me quedé. Total que es lo peor que me podía pasar.

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Sí señores, lo peor pasó. Me cayó el chorro de agua más frío que me han dado desde que en aquellos Carnavales de 2004 un borracho me baño con agua de su cooler. Me quedé petrificado. No sentía nada. Fue como anestesia para el cuerpo completo. Afortunadamente me había mojado los lentes, así que no veía nada, y no quería ver nada. Sólo escuchaba risas tímidas. Atiné a secarme un poco la cara y en eso, por fin se despertó el señor de lado. Y sólo lo hizo para decirme:

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«Nos hubieran dicho mijo. Nomas nos faltó traer el jabón y la toalla.»

Con esa sola frase rompió el hielo (literalmente, hacía un frío del carajo). El bus entero se hecho a reír. Me paré y dejé el puesto. Cruce miradas con la de al lado, que aunque se reía de mí, también se reía conmigo. Se me pasó un poco la pena y miré a ver que hacía el señor. Para mí sorpresa el man ni se inmutó. Se secó, se peinó, se recostó a la ventana y se fue de viaje a Narnia por segunda vez. Esta vez recién bañadito cortesía del Metrobus.

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