Mientras en nuestra área urbana en distanciados hogares se escucha esporádicamente música, ocurren días de total silencio, y en los barrios bajos la música aparece de forma más copiosa y estridente, producto de la ignorancia del estado actual, el cual influye tanto en ánimos como en sosiego.
Escuchar música en este presente lleva una cierta infidelidad al buscar conectarnos a las emociones propias de nuestro estado personal. Una elección cuya inducción e inmersión en ella siempre ha dependido de la búsqueda de un mundo melódico alterno que nos aleje del presente. Aquel mundo nuestro siempre ha sido posible, porque su poder recae en que hay otro como contrapeso; el real, del cual escapamos ante cualquier motivo actual para reforzarnos interiormente. Pero esa redención y ese triunfo que lograbamos en lo pequeño e interior frente a ese mundo gigante al cual ofrecíamos nuestras batallas sonoras tampoco existe.
Para ello siempre nos hemos guiado con las figuras imaginarias de los artistas, cantantes, y melodías conocidas de instrumentos de toda naturaleza acústica. Pero todo ese universo musical ha sido filtrado en este presente de coronavirus, uno muy dislocado, descarrilado dentro de un segundo paradigma alterno, donde las fuentes de esa música, artistas y emociones no caben entre los acontecimientos inmediatos de nuestra nueva vida diaria.
Tiempos de pandemias pasadas, la música transitaba de lo espiritual a lo liberal
Tenemos la música clásica, protegida por su atemporalidad, naciendo ella de observar a su alrededor un mundo en peores condiciones humanas, y quien sabe…si de ahí adquiere su poder mudo bajo emociones que no representan aquellas de la intimidad personal.
La música de los célebres difuntos, la música de la era de los ídolos y las melodías naturales de la etnia mezcladas con cristiandad y que alimentaban un mundo de emoción colectiva, tampoco abarcan hoy circunstancias específicamente sociales para contrastar, la crisis de hoy es multicultural. De un extremo al otro de ese espectro cincuentero, sesentero y setentero no hay mucho que percibir, fue un mundo ajeno a todo el coloquio social actual al cual hoy es difícil llegar, ellos no nos pueden aconsejar, porque nuestros problemas no son singulares a nuestras elecciones.
La música de los sobrevivientes, nosotros, hasta ahora…es la que nos induce ideas y nos guía al mundo inmediato que hemos perdido temporalmente, aún así la realidad presente le corta el ala a la música y te baja a despertar del sueño. Los artistas, con quienes nos inducimos a nuestros estados melódicos también están pasando por el mismo clima que nosotros.
Los objetos del olvido se distancian ante diferentes tiempos y realidades
Ahora nos queda un futuro con diferentes necesidades luego de esta crisis…uno en donde no podríamos basar nuestro próximo presente en el estado superfluo de bienestar ligero en que la música tenía sumergida a gran parte de la población con valores superficiales, que dependían de la constante afirmación del ego y la posibilidad de alimentarlo.
Aquel saco melódico que llenábamos y que no se copaba en sus bordes dependía del pujante bienestar, porque para tal los placebos eran, sino constantes, permanentes y la población con el alcance de la tecnología podía elegir debido a cualquier estado emocional, un diverso consumo de vibraciones musicales para su estado caprichoso.
Regresar al estado anterior exige una economía que lo permita, menos la filosofía de eternidad en la juventud
La música era tan democrática y lo sigue siendo, mas los tiempos sugieren un cambio de emociones y su celebración colectiva sin detalles futuros se hace menos efectiva, más un engaño ante una depresión económica nos llevaría a una celebración musical más neutral, menos festiva para una ejemplar costumbre latinoamericana, ya que a ulteriores pasados post-crisis, la población aún tenía aquella esperanza de la ciencia y de la novedad frente a mundos positivos e inciertos de inicios de época, como en el siglo XX.
Esto se debe a que la población actual es consciente de que hemos llegado a topes de bienestar material que no exigen mayores demandas en el futuro y esto en equilibrio con un mundo de musicalidad acorde a esos tiempos inciertos denotará el tono de lo que sentiremos y comuniquemos en forma de música un futuro mediano.
Y descubrimos el sonido del silencio
Se habla de cambios en la sociedad, pero ninguno será más definitivo que la influencia de los cambios económicos afectando en lo social donde será la notable disminución del imaginario cultural del mundo y de su visión de pluralidad y de ahí se verá reflejado en la música, la influencia de géneros que nos llega desde cada corriente cultural, la cual antes de la pandemia se nos hacía parte del gusto y referencia, lo que proviene también del turismo.
El turismo es un agente que alienta la idea global, que si nos vemos envueltos en un periodo de distanciamiento musical de ellas seremos más conservadores en nuestra noción musical en referencia a lo que decidimos escuchar, como ahora, siendo más personales al no ser influenciados en tiempos de coronavirus.
¿Qué nos dice esto también? Nos habla más de la temática y retórica de la música, basada en la cotidianeidad, que como mencionamos arriba dependía hasta la fecha del poder económico y de la interacción social libre que se inclinaba a la exponenciación del consumo como su principal motor. La música se afectará, como decía en referencia a cuán fiel seremos a lo que nos llene de ella, con un pasado musical rico en bienestar, frente a un futuro que será modificado en diferentes aspectos económicos, y sociales. Amén