[dropcaps]Gallina…el solo nombre denota sopa, plato de arroz, patio de finca…y nombre pollo denota hambre, gruesas y crispeantes presas, bulla infantil y cajita infeliz. Pero, ¿Por qué es tan popular la gallina? Porque quizás Dios las subió al arca de primero con la intención de que fuesen el maná de la hambruna futura de la humanidad, tanto que han acompañado al hombre en todas las odiseas que ha vivido, menos al pueblo judío y sus éxodos por el desierto, para ellos con las perdices bastaba, por ser más «light» de llevar. Además la gallina es un ave de origen oriental, o sea que desde que se bajó del arca cogió rumbo sin escala hacia Asia sin mirar atrás y se encontró con unos chinitos que si no bajaron del Arca y que dialogaron entre sí para ver como las harían en sopa, arroz con pollo o Chow Mein.[/dropcaps]
Las gallinas estuvieron en todas las culturas menos en América hasta que las trajeron los conquistadores y se las presentaron a los indígenas americanos modificándoles su dieta, acostumbrados ellos a matar y masticar tucanillos y quetzalitos de cuerpitos pequeños toda su vida se deleitaron después mordiendo esos grandes pollos, porque aunque el gallote era más grande que el pollo no se lo comían, porque su carne era mala y dura.
Cuando uno era niño y conocía el interior, o sea el pueblo, uno amaba tanto estos animales, que quien nunca acarició una gallina mansa antes de que las mataran, no tenía alma, sí porque la única manera de tenerlas cerca era cuando la tía nos mandaba a corretearlas en el patio, porque corren más rápido que futbolista haciéndote pachecas. Así nace la relación que tenemos con ellas, una vaina así sicológica como el eros y el tánatos, te amo y te mato. Porque la correteadera repinchosa que les dabamos para luego comérnoslas felices en un plato con salsa y plátano amarillo no tenía lógica. Así es la cultura, tan adaptable a no discernir el sufrimiento de los animales como aquella de poner gallos a pelear o matar toros en las plazas, cholerías al fín.
Así era lo que veía de las peleas de gallos, dos bichos ahí con cara de que carajos hago aquí picando a mi hermano.
Pero uno por las emociones disocia a los pollos de su misión real para la humanidad, la de ser nuestro alimento. El pollo no es un amiguito como todo niño alguna vez de chiquito pensó. Porque así pensaba yo cuando las veía dibujadas en comiquitas en los comerciales y empaques por todos lados y mostradas con una sonrisa de un hueco del oído al otro, porque orejas no tienen. Tanta era mi solidaridad con ellas que un día en que hueseaba le tiré una piedra a un pollezno (un pollo en edad juvenil) así sin mucha maldad y le herí el cuello a la altura de la nuca y botó sangre y me dió miedo y quise curarlo y le puse cenizas y luego de dos semanas el pollo seguía vivo para mi alivio, pero con un parche negro en el cuello. Luego lo veía y me decía por dentro, «ese pela’o es un sobreviviente».
¿Pero por qué se llaman pollos?
Así curé a ese pollo, sin pensar si era chico o chica, o sea que alguien inventó llamarlos pollos -y no fue Adán- para evitar que pensásemos en que uno es hembra, la gallina y el otro macho, el gallo, quizás lo hizo para que luego no los viésemos como familia y evitar que le tengamos sentimiento a los pollitos y defenderlos a lo Disney porque estamos destruyendo familias avícolas.
La real academia de la lengua es la culpable, porque le regaló la palabra «Pollo» a los chefs y publicistas para verlas como un producto, pollo al ajillo, pollo al escabeche, pollo ahumado, pollo marinado y lo lograron cuando leémos los menú, porque con ese nombre no nos vinculamos afectivamente con ellos, los pollos son para comer. Entonces si el género es pollo y no gallina, entonces por qué nunca se dice pollóceos o gallóceos; y sí gallináceas, lo que me hace pensar que el pollo es una especie feminista, porque el gallo brilla por su ausencia.
La Gallina Guinéa, la más fashion del patio.
Continuamos con esta faunilla de aves avícolas, la comunidad gallinácea que tambien la componían otras aves, los gansos y patos allá en las fincas interioranas, además de un ave que podría ser extraterrestre, la más rara que parece no haber entrado al arca de Noé, sino bajado de una nave espacial por su despirolada apariencia, la gallina Guinéa.
Ver esta bicha en manada, jauría…¿Cómo se dice cuando son aves? Bueno, en bonche de Gallinas Guinéas es un espectáculo Jurásico…van todas en grupo con su plumaje gris y puntos blancos y esa estilizada carita de billetera enlentada con lunar negro en el cachete. Si, porque así veo a cada gallina Guinéa, con sus pestañas gruesas a lo Mayín Correa. Eran afortunadas porque en la finca nadie le paraba bolas para matarlas, morían de moda, o sea que picaban por su apariencia, ya que no provocaban hambre, eran plásticas y curiosas. Y se dice que son familia del pavo real, con razón ese lunar tan serpsy. Y su característica más sobresaliente, el sonido que hacen al gurguritar…que es como giri…giri …giri…giri…giri…giri, un sonido que nos dice que hasta su idioma es fashion, no como las gallinas que gritan como rakataca de patio todo el día.
Fashionistas sin pasarelas, las gallinas Guinéas y sus topcoats de puntitos blancos como la realeza Inglesa.
Seguimos con las rakatacas del tema, las gallinas normalonas. Además de las Guinéas, que fueron producto de importación en la finca, era común en las casas del interior ver todo tipo de raza de pollos, gallinas y gallos, las gallinas finas con sus gallos dedicados a la pelea, las pescuezipeladas, las patipeludas, y las peluconas, todas gallinas producto de una diversidad que se importó criollamente con toda su riqueza…en sabor. Esta historia nos hace preguntarnos a donde se ha ido la diversidad pollera de Panamá. Sí, gracias a la tía Graciela, la abuela Minta y el tío Chumico aún conservamos pollos de variadas razas en los patios y fincas. Las realmente famosas gallinas de patio, cuya carne rica y dura le afloja las muelas a Don Cipriano.
Se preguntarán qué especie de gallina son esas que parece que perteneciesen a un ejército por estar así paraditas. Según mis experiencias visuales, y que traigo a acolación esto, recuerdo haber visto varias sino casi 6 gallinas en el patio de allá onde uno que caminaban de pie y me decía mi tía que era que el gallo era muy pesado y las pisaba muy jóvenes (tener sexo, texto para millenials) y que por eso se les atrofiaba la cintura y quedaban en posición así como de oficinista rumbo al trabajo, sólo les faltaba las corbatas. Todos los niños odiábamos a aquel gallo pescuezipelao, hasta que un día terminó en una paila de sopa dominguera para alegría de nuestros dientes, a ver a quien le tocó el pescuezo pelado.
Sabías que no todas las gallinas son iguales, y Melo tiene la culpa.
Hablando de calamidades gallináceas mencionamos la estrategia de mercadeo que Melo usa para promocionar sus productos con las conocidas ferias donde se forma la regaladera de pollitos en bolsa. Cuántas historias funestas y sentimentales habrán ocurrido de esta inocente costumbre. Pollitos que crecieron en edificios de 20 pisos, en casas sin patio, comidos por gatos, volado al vacío, muertos de un almohadazo, y un par de afortunados llegando a celebrar su cumple con Cake, helado y hasta piñata. Todo esto bajo el cuido de niños y niñas con la mejor de las intenciones, pero que por su naturaleza frágil, los pollitos no superaban. Cuanto holocausto señores. ¡Melo eres malvado!
El punto es que todos esos pollos crecían blancos, como clonados y era porque te regalaban la raza Leghorn, que son pollos que solo sirven para poner huevos. Son así, flacos y con apariencia rakataca.
La gallina que no conoció a Santo Cló y cuidado fue extraterrestre.
Antes se creía que había una gallina originaria de América y le llamaban Mapuche porque la criaban los indios Mapuche y tenía unas orejitas detrás de los ojos y no tenía cola, o sea que en todo era india y por eso se las llevaban a Europa, pero lo raro de esta gallina, que recuerdo haberlas visto allá en el interior, es que no aparecía en los datos de la cultura incaica ni de ninguna región, o sea , no tenía origen llegó en ovni tambien. De paso ponen huevos en rosado, gris y celeste y por eso en Europa corrieron a apodarlas Gallinas de Pascua, quien sabe si por la isla de Pascua, pero por ellas es que pintan los huevos en pascua y la mixearon con la Pascua cristiana y que alguien me expliqué de donde sacaron que el conejo de pascua pinta los huevos de Pascua.
Las gallinas y la falta de respeto
Nosotros, los panameños ni respetamos, ni irrespetamos a las gallinas, sólo las matamos, nos la comemos y no le ponemos color a la vaina, sólo con caldo Rica cuando es la ocasión. Pero hay un país donde los pedos, las nalgas afuera y los pollos son objeto de risa, sí Estados Unidos. El humor allá raya en lo para-anormal cuando de gallinas se trata. Las ridiculizan a un extremo casi gallixenofóbico que cae en la incomprensión. De ello somos testigos en programas de TV, Películas, deportes, y hasta cómicas en la cultura antigallinácea yanqui.
Mi teoría pollera sobre el mundo.
Dice Wikipedia que en el mundo hay 12,000 millones de gallinas, lo que me hace pensar que si somos 8,000 millones de humanos, con sólo darles tres neuronas de inteligencia ellas podrían dominarnos. O sea que si todos los días comemos gallina y uno es lo que come entonces somos una humanidad gallina, por eso es que los gobiernos nos conguean tanto, tiene lógica esta teoría. Y sobre la historia del país eso se nota. Tenemos un partido llamado Molirena, donde todos picaban y se creían gallos y nuestro traje típico se llama pollera, luego me entero que el pollo Panamá es aquel que te venden con cabeza y patas, o sea entero y eso nos dice que somos un país totalmente gallina y hasta mi abuela tejió con aguja y hilo de tejer una gallina que era ella y a sus siete hijos en forma de polluelos. O sea que a ella le afectó comer mucha gallina. Lo que nos da a pensar que si los panameños hubiésemos comido más puerco que gallina la historia fuese otra.
Bueno, ya se acabó el tema de las gallinas, pero no las presas de pollo, los nuggets, las hamburguesas y los embutidos de pollo. Si las gallinas fuesen sagradas todos nos fuesemos al infierno, pero hay que considerlas el Maná de Dios y que de tanto comer gallinas, ya tendrémos nuestras alitas de pollo acumuladas para completar nuestras alas y subir al cielo. Me voy pa’l Kamtuqui por mi combo de dos presas. Chao!
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